La Historia De Ivette

He sido testigo de Jehová desde que nací.  Como resultado he sufrido muchos traumas en mi vida, y pienso, si mi vida habría sido diferente de no haberlo sido.  Tengo una porción de cada cosa que hace una buena familia peculiar testigo de Jehová, testigos de Jehová adúlteros, drogas, expulsión, reprobación o disciplina en público y privada con muchos escándalos.  

Me criaron para que fuese una “buena esposa” aprendiendo cómo limpiar, cocinar y salir al servicio de campo.  Ésta es la percepción que tiene esta organización de las mujeres.  No se me enseñó a superarme, sino como agradar a mi marido.  Me crié siendo una niña muy callada e introvertida.  A la edad de 9 años recuerdo que le dije a una de mis compañeras de clase, “mi religión es mejor que la tuya”. Ella realmente se impresionó, pero retrospectivamente pensándolo ahora, realmente me avergüenzo que dijese tal cosa.  Como testigo de Jehová a usted se le enseña que es mejor que los demás simplemente debido al Dios que ha escogido servir.  Se me enseñó que mientras yo hiciera lo que la Biblia (realmente, la Organización) me dijese, sería feliz toda una vida. (¡sí, ya mismo!)

Me negaron muchas cosas que los adolescentes hacen.  No me permitieron celebrar Halloween, Navidad, cumpleaños y todo aquello que no fuese auspiciado por los testigos de Jehová.  No pude asistir a mi baile de gala de la escuela secundaria porque cayó en una noche de reunión.  No me permitieron ir a la escuela privada, aunque fui aceptada por 3 escuelas.  Estás proporcionaban más que una “educación básica” que un niño testigo de Jehová debe recibir.  No me animaron para que continuase más allá con mi educación, todo lo contrario, se me presionó para que me bautizase cuando cumpliese los 15 años.  A los 18 años de edad conocí a quien fue mi esposo y nos casamos (¿y qué mas podría yo hacer?).  Finalmente nos casamos (nosotros nos escapamos), se lo dije a mi mamá y ella inmediatamente me hizo ir donde los ancianos y se lo contase.  Ellos me llevaron a un “cuarto aparte” y me advirtieron que yo tenía que decirle toda la verdad, que Jehová me estaba observando.  Entonces ellos procedieron averiguar todo sobre mi relación con mi cónyuge quien no era testigo de Jehová.  Se atrevieron a preguntarme sobre mis intimidades sexuales, lo cual les mentí a ellos.  Ellos me impusieron en una reprobación o disciplina privada, y aunque yo no era lo suficientemente buena para que se me dirigiese la palabra en la congregación, sí era lo suficientemente buena para salir y hablar con las demás personas sobre las “buenas nuevas”.

Mi esposo era sumamente abusivo, no me permitía tener amistad alguna.  Discutíamos constantemente sobre mi deseo de llevar mis hijos al salón del reino y él no lo aceptaba.  Pensé que estaba haciendo lo que era correcto ante los ojos de Jehová, aunque sentía que todavía estaba haciendo algo malo que yo era la causante que él me pegara.  Cuando llamaba a mi madre y ella me decía que si yo actuase de manera piadosa, me lo ganaría con mi personalidad cristiana.  ¡RESPUESTA EQUIVOCADA!  Mientras menos le peleaba más él abusaba de mí.  Vivía bajo un maltrato psicológico así como abuso físico.  A fin de cuentas tuvimos 3 hijos.  Poco después que nació mi primer niño, quedé embarazada de nuevo con gemelos.  Los doctores me explicaron los riesgos involucrados, incluyendo la necesidad de una transfusión de sangre.  Él quería que me provocara un aborto de mis gemelos.  No lo hice, pero no por causa de una posición bíblica, sino más bien una moral.  Él continuó agrediéndome, lo que me provocó un parto prematuro a los 6 meses.  Un gemelo nació de forma natural y el segundo mediante cesárea.  En el hospital militar, le pedí a una de las enfermeras que llamara al salón del reino al cual yo asistía, y le pedí que contactara al superintendente de circuito que estaba residiendo en la parte superior del salón del reino.  Él llegó y oró conmigo, pero me dijo que no había nada más que él podía hacer.  Antes de someterme a la operación, les expresé que bajo ninguna circunstancia se me suministrara una transfusión de sangre.  Me enfrenté entonces al dilema donde ambos gemelos necesitaban la transfusión de sangre.  Discutí con el doctor sobre mis bebés mientras yo todavía estaba aún en la mesa.  Él me dijo que él conseguiría una orden judicial en mi contra y que demostraría que yo era una madre negligente si yo no les permitía la transfusión.  Le dije, que él no podría garantizarme que ellos vivirían si tenían la transfusión de sangre.  ¡Sin embargo, en este momento, no puedo creer que yo estaba dispuesta a permitir que mis hijos muriesen debido a mis creencias religiosas!  Mi esposo entonces firmó para que ellos tuviesen la transfusión de sangre, pero uno de mis bebés murió al próximo día.

He sufrido a manos de la organización, estando plagada de culpa por casarme con alguien que no era testigo de Jehová.  Cuando me separé de mi esposo y regresé a Nueva York, uno de los ancianos me preguntó cómo me encontraba.  Para ese tiempo, mi esposo estaba intentando quitarme la custodia de mis hijos.  Este anciano quien estaba casado, mientras estaba viviendo en Betel con su esposa no quería tener hijos hasta después de la gran tribulación.  No sé qué le hacía pensar que él viviría a través de eso.   Le mencioné brevemente sobre mis problemas con mi esposo.  Para ese entonces, se me veía como una mártir porque había tenido una batalla con la contrariedad de la sangre y como resultado perdí a mi hija.  ¡Este anciano, siendo una persona escogida para “pastorear la manada” me dijo que yo me merecía todo lo que me sucedió, incluyendo perder a mi hija porque me fui en contra de las enseñanzas bíblicas!  Quedé sobresaltada.  Después de eso, entonces verdaderamente dejé de ir, excepto para la conmemoración.

Intenté cometer suicidio a la edad de 19 años porque pensaba que Dios me había dado la espalda.  No podría deducir por qué si estaba haciendo lo que la Biblia enseña me maltrataba tanto mi esposo.  Pensé que estaba siendo castigada por casarme con alguien, a quien amé, pero no era testigo de Jehová.  Mi conciencia me atormentaba todo el tiempo.  Llegué al punto donde perdí toda mí voluntad... yo estaba viviendo para complacer a la organización.  Me quitaron la paz mental, junto con una buena educación, tuve que volver a la escuela de nuevo teniendo mis hijos.   Realmente siento compasión por todas esas personas que han perdido sus vidas por causa de los testigos de Jehová.  Por poco me convierto en otra víctima más, y eso es lo que más me aterra.  Quedé sin ninguna autoestima, sin dignidad y pensando que Dios estaba castigándome.  Es una lucha constante para poder librarse del control mental de los testigos de Jehová.  No he asistido a reunión alguna por más de 10 años aunque no he renunciado formalmente porque mi madre todavía está viva.  Le enseño a mis hijos sobre Dios, pero no desde el punto de vista de los testigos de Jehová.  Ni siquiera tengo la Biblia de ellos en mi casa.

Mi madre tiene 72 años, y de su pensión le da dinero a la organización, incluso ha llegado al punto de decirnos que no vamos a obtener nada de ella cuando muera... que la organización lo va ha recibir todo.  Mi hermano mayor, a quien le gustaba jugar ajedrez murió hacen 3 años.  Mi madre empezó a comprar piezas de ajedrez para completar un juego para mi hermano cuando él regrese en la Resurrección (¡Caramba!).

Todavía sufro los efectos del lavado de cerebro, se me ha diagnosticado con el síndrome de estrés postraumático.  Ahora tengo un pretendiente amoroso, 3 hijos maravillosos, y mi propio negocio.  He llegado hasta aquí gracias a Dios, no a la organización.  Todavía creo y tengo fe en Dios.  Simplemente eliminé al intermediario humano del medio.

“Nadie viene al Padre, sino por mí”

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