La Historia De Expulsada
(La lucha  de una mujer joven)
21-10-2000
Traducido Por David García Claussell

Tengo ahora 24 años.  Mi madre y abuela, ambas son testigos de Jehová.  Mi abuela no siempre ha sido testigo.  Ella entró aproximadamente para el 1940, e introdujo a 3 de sus hijas a la organización.  Mi abuelo no quiso tener parte alguna con esto y tampoco le permitió a su único hijo o que se involucrase.  Una de mis tías se casó y ahora está inactiva, esto porque ella vive muy lejos de mi abuela.  Mi otra tía se casó y es una precursora con su marido quien es un anciano.

Por otro lado mi madre es toda una historia diferente.  Usted ve, es que mi madre padece de una enfermedad mental.  Ella tenía 30 años cuando quedó embarazada de mí.  No estaba casada cuando se involucró con un hombre “mundano”.  Asimismo mi padre es una verdadera joyita.  Él ahora está completamente fuera del panorama.  Mi madre tuvo intimidad sólo una vez  con mi padre y el resultado fui yo.  Me supongo que los ancianos le tuvieron “lástima” a mi madre por su “condición mental” y no la expulsaron por quedar embarazada sin estar casada.  Ellos dijeron que ella se “arrepintió” de su pecado.  Como resultado me crié con mis abuelos. 

Mis años de niñez eran maravillosos. Aunque no me permitían asociarme con los niños de la escuela sí me permitieron jugar con los niños del barrio quienes pensaban que eran buenos.  Tenía muchos amigos en la congregación para apoyarme.  Siempre estaba con ellos y mi familia.  No puedo recordar una sola cosa mala.

Cuando me convertí en una adolescente las cosas empezaron a cambiar.  Los hermanos y hermanas jóvenes de mi congregación empezaron a emparejarse, aunque los ancianos nos advirtieron en contra de eso.  Supongo que ojos que no ven corazón que no siente.  No tenía a nadie con quién emparejarme y me sentía demasiado fuera de lugar.   Quería que alguien estuviese interesado en mí como suele suceder con cada chica adolescente.   Los jóvenes me miraban en la escuela y en mi trabajo de media jornada.  Al principio pude rechazar mis sentimientos.  Pude sentirme cómoda sin tener una pareja.  Pero a la edad de 17 años todo cambió.  Conocí y me enamoré de un muchacho “mundano” de mi escuela.  Él me hizo sentirme tan especial.  Comencé a mentir sobre dónde iba; Me escapaba para poder verlo.   A mí se me conocía por ser una muchacha buena, de modo que confiaban en lo que yo les dijese.  Las cosas comenzaron despacio al principio de nuestra relación.  Yo era virgen y él también (algo que es muy raro en el tiempo actual).  Eventualmente lo inevitable ocurrió.  Las mentiras se volvieron cada vez más, según quería estar con él mayor tiempo.  Eventualmente me descubrieron.  Mentí de nuevo pero me separé.  Me gradué de la escuela secundaria y conseguí un trabajo a tiempo parcial, la impresión que me dieron fue de que tenía que dedicar la mayor parte de mi tiempo sirviendo a Jehová.  Con el pasar del tiempo nuevamente me encontré con él.  Pero esta vez me mantuve firme en mi amor por él y me negué a dejarlo.  Me dijeron que podría verlo, pero no podía vivir en casa.  Inmediatamente empecé a buscar dónde mudarme.  En 2 semanas ya me había marchado.  Aproximadamente un mes después el muchacho se separó de mí.  Entonces estaba acongojada sola y confundida.  Esto sin mencionar el hecho que los ancianos estaban asediándome porque querían que me reuniera con ellos (esto cuando me mudé y dejé de asistir a las reuniones).    

Dos semanas después mi abuelo quien no era testigo de Jehová murió.   En los servicios yo era una segregada y esto sólo añadía más a mi dolor.   No tenía donde ir por lo tanto regresé con los testigos.  Los ancianos me dijeron que me mudara para mi casa y volviera a las reuniones.  Les dije que no me mudaría nuevamente a mi casa, aunque sí regresaría a las reuniones.  Sabía que eso no era lo que ellos querían escuchar.  Tres semanas después fui expulsada.  Intenté “arrepentirme” y volver.  Nunca había sentido tanta vergüenza.  Tenía que llegar tarde y salirme antes de que los servicios terminasen.  Tenía que sentarme en la parte de atrás.  Nadie me hablaba, ni se sonrían, ni incluso tenían contacto visual conmigo.  Si iba al baño, todas las hermanas, muchas quienes he conocido desde que era una niña, se salían como si yo tuviese alguna enfermedad contagiosa.  No podía participar en las reuniones.  Ni siquiera sentía el deseo de cantar en voz alta.  Si necesitaba cualquier literatura tenía que ver a un anciano para que me lo consiguiese.  Ningún anciano vino a verme, ni a reunirse conmigo, ni siquiera a darme alguna forma de animo.  Cuando dejé de asistir, ni una sola persona llamó para ver si yo todavía estaba viva.  De esto ya hacen 5 años.   Para esta fecha, ninguno de estos cristianos “amorosos” ni siquiera me ha llamado.  Algunos de mis amigos de la niñez quienes subsecuentemente se han salido ocasionalmente hablo con ellos.  He escuchado cosas horribles de mí que no son verdad.  Veo a testigos de Jehová a quienes conozco, por todos lados, y ninguno tienen contacto visual conmigo.  Mi madre y abuela no me hablan.  Creo que si a mi madre se le permitiese ella me hablaría, pero debido a su condición mental ella tiene miedo.  Estuve hospitalizada durante una semana y fui intervenida quirúrgicamente, a mi madre sólo se le permitió verme una vez, y sé que esto lo tuvieron a menos los ancianos.  Se me conceptuaba una persona maravillosa hasta que los “traicioné”, ahora soy una endemoniada pecadora.  Según pasa el tiempo poco a poco me voy recuperando.

Expulsada

 

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